El declive del Imperio Romano de Occidente (con su caída en el año 476 d.C) trajo consigo nuevas formas de organización en las ciudades (unas ciudades, las de la Antigua Roma, en la que ya había “coches”). Una de ellas fueron los collegia romanos, que eran agrupaciones de profesionales que defendían sus intereses entre ellos (de una forma un tanto sectaria y violenta que podía recordar a la mafia italiana). Una de las normas de estos collegia era la existencia de una cuota mensual que había que pagar si se quería estar “asegurado” contra cualquier imprevisto, sufragar gastos de funerales o defenderse de un enemigo. El sistema de los collegia evolucionó hasta la Baja Edad Media Europea (A partir del S. IX), en el que las llamadas guildas tomaron protagonismo. Las guildas eran también una forma de organización gremial que -mediante el pago de cuotas- permitía el acceso a una hermandad de comerciantes del mismo sector. De esta forma se creaba un proteccionismo mutuo que cubría pérdidas a modo de seguro en caso de incendio, muerte o enfermedad.